Agradecida cuando no te apetece
Noviembre: es el mes de la gratitud. Mientras nos reunimos para celebrar el Día de Acción de Gracias, muchas de nosotras compartiremos lo que agradecemos durante la cena. Me encanta la oportunidad que brinda la temporada de vacaciones para centrarme en la gratitud y celebrar nuestras bendiciones con los seres queridos.
¿Pero qué pasa cuando no nos sentimos agradecidas? ¿Qué pasa si enfrentamos un desafío en el trabajo o en nuestras vidas personales que nos deja sin sentir nada más que agradecimiento?
Tal vez trabajas con un estúpido que te hace temer despertar cada día de la semana. ¿Se supone que debes estar agradecida? O tal vez estés pasando por un momento difícil en tu matrimonio o lidiando con un niño rebelde. ¿Realmente Dios espera gratitud en todas las circunstancias?
Me enfrento con el desafío de ser agradecida a pesar de algunas circunstancias poco deseables ya que mi hija continúa luchando con una batalla de salud que duró años. Preguntas como “¿por qué yo?” son naturales cuando enfrentamos pruebas. Pero un simple hecho puede poner de manifiesto nuestra ingratitud: Dios usa nuestras pruebas para algo bueno.
Es por eso que Pablo, mientras estaba encarcelado, golpeado y casi moribundo, estaba a punto de decir que debido a sus pruebas “Dios lo había usado para abrir la puerta de la fe para que la gente de todas las naciones pudiera entrar” (Hechos 14:27). ¿Es posible que Pablo estuviera agradecido por sus pruebas porque sabía que traía la gloria de Dios? La Escritura nos dice que sí, que es posible estar agradecido, verdaderamente agradecido, incluso cuando no tenemos ganas.
Proverbios dice “un corazón feliz hace que la cara se alegre” (Proverbios 15:13). La gratitud no se trata de las circunstancias; se trata de la postura de nuestros corazones.
Si estás luchando para sentir gratitud debido a los desafíos en tu vida; si las cosas no van tan bien como esperabas y planeabas; si se siente como si todos a tu alrededor tuvieran un motivo de celebración, pero de alguna manera te perdiste el barco: anímate. Recuerda que Dios puede usar cualquier circunstancia para tu bien y Su gloria. Comienza dándole las gracias por eso, y verás que la gratitud comienza a fluir de tu corazón.
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